27 octubre 2023

Bad Bad not good o el asteroide del tamaño de una nevera que golpeó la tierra

Constantemente me pregunto de quién era la suerte de las cosas que pasaron después de que invocaramos la lluvia. Sigo mirando el cielo con la insistencia de aquel día en que caminábamos al oxxo a las dos de la mañana, y yo pensando "veré una estrella fugaz", para casi al instante sorprendernos con un asteroide verde partiendo la noche. Ese quizá fue el último chispazo de magia. Porque de ahí, ya solo queda el terror del cielo, del frío. Este vacío ensimismado que me hace hundirme en el reloj de arena. 


¿Por qué ya no le quedan estrellas a la noche? ¿Es que de verdad vimos a todas caer? ¿Por qué la diferencia es enorme entre el recuerdo de "rock the casbah" y "Mardy Bum"? El miedo y el asco enferman los recuerdos del futuro. 


"No quiero soñar mil veces las mismas cosas", ni el pánico asomándose a mis ojos cada vez que despierto. No quiero la tortura que se ha vuelto árbol en mi pecho. Esto no estaba en el inventario. No fue tu culpa de todas formas. Quisiera decir que tampoco mía. Que fue como el jardín que a veces crecía y otras tantas moría. Que debías quedarte con los caracoles y traer menos flores. Que debería de dejar de apilar los recuerdos como si fueran acetatos que forman un laberinto del que se ha vuelto imposible salir. Que nunca debimos leer "la pistola de mi hermano", ni a Vilariño, ni a Camus, ni a Carrington. Que quizá el Bosón de Higgs se volvió insuperable y nunca terminé de sacar en piano. Que hasta para mí misma me he vuelto extraña. Que aún sigo insistiendo con mirar en el cielo, de mirar lo que sí soy y ya no encuentro, de buscar en el invierno y no sentir miedo.

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