30 julio 2020

Muertes de calendario

Las horas nacen lejos de nosotros;

nos hundimos en el bucle

que atraviesa y humedece las paredes.


Me pierdo.


Tres mil setecientas horas 

buscando el espectro de tu nombre.

Ciento dieciocho días

que no te encuentro.


Ahora que el camino se hace bisiesto

y jugamos lento

a dar pasos que nadie ve

vamos creando abismos 

que revientan en mis pies.


Ensoñaciones y una noticia amarga.

El silencio.

El dolor del corazón.

Lo que finges no ver.

Dónde finges no estar.


El cansancio.

La madrugada haciéndose cenizas

y una culpa

que se vuelve mía.


El temblor de mis párpados

se asemeja a una canción de Nacho Vegas

que nunca escribió

por el dolor que nos produce estar heridos

y aún así

ocho y medio

o la gran broma final

también nos duele.


Las sombras proyectadas

intactas

también sienten

se nubla

y se olvidan de nosotros.

Pálidos, ausentes, cínicos.


Marchito el tiempo

nuestra semblanza de sufrimiento 

calla

ya no es

más que sangre

brotando de heridas

que no sabemos que existen

pero arderán en el colapso

que crearán los cielos

cuando la noche se haga espuma.


No hay comentarios: