10 diciembre 2019

Jardines de eclipse de julio a diciembre

Porque a una primavera en calma
no siempre le sucederá
un verano fatal



[Quién iba a decir que pararíamos el tiempo,
que convertiríamos el verano
en un jardín de primaveras acechadas por la Luna.
Que soñaríamos
párpado con párpado 
que no llegara nunca el fin del mundo.
Que las despedidas 
como declaración a lo imposible
se volvieran incapaces de parar.
Que viviríamos siempre el déjà vu 
de caer en el bucle del corazón de una muñeca rusa,
y preguntarnos si será real
cuando tu mirada atraviesa la mía
y viceversa]





Cuando se entrelazan nuestros dedos
me crecen universos en el cuerpo,
de tu cabello
cayendo sobre mi cara me llueven versos
y mi pecho,
que a veces es trecho
de cálidas aguas y sueños
y a veces un dolorísimo abismo;
se vuelve cajón de millones
de bombas de tiempo
que sólo esperan por ti;
lo mismo pasa
cuando se roza
cualquier centímetro cuadrado
de nuestra piel
y lo mismo pasa
cuando nuestras miradas
se atraviesan una a la otra
igual que este amar
que nos hizo de flores y viento.


Cuando el silencio
funde nuestras almas,
nos sumergimos en un suspiro que
inunda eternidades enteras
y un siempre que se anida
justo al centro del interior de un cometa;
lo mismo pasa
cuando tu abrazo es mi abrazo
y no hay hogar ni rincón
que nos guarde mejor que ese instante dulce
que nos vuelve perfectos, y
lo mismo pasa
con todo ese tiempo
que se fuga y recorta distancias
utilizando la memoria como el contacto
que tiene sus raíces en los huesos
y entre espasmos y anhelos
nos cobija con el cielo de azules, rosados y plata
que con cada día pegado a su noche
hemos creado juntos.

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