Ahí donde mueren las aves
te clavas, me clavas las garras.
No decidimos ser más
elegimos la muerte
el espasmo bruto que ocurre
entre tu hueso y mi rodilla
debajo de tu beso y mi mejilla.
Nos anclamos
roemos el silencio
y enterrados en la arena
el salitre que se posa en nuestros ojos
nos repite.
Tomamos el tiempo que se nos fue
por las espinas
el viento que nos ve
va doblando las esquinas
nos miramos mudos
nos tocamos con la punta de los miedos
esperando el huracán
y olvidando lo que tuvo que acabar.
Ahí donde mueren las aves
termino por morirme yo también
porque nadie nos recuerda
porque ya las alas pesan
y los picos adormecen
porque nadie acaricia la muerte
porque nadie nos quiso ver reír.
Ahí donde mueren las aves
se terminan los misterios
se vuelve de plomo el pensamiento
y le temo a los destinos
que noche tras noche
se mueren junto a mí.
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