Medio día tardío de trece horas
pretexto,
conjunto y perfecto,
para clavarme en tus ojos
/cita incierta de miradas/
aunque buscara tu rostro todo el tiempo.
Y como en una profecía distante,
premonición errónea,
sueño sin nombre;
atravesé el negror de tus pupilas
y me aprendí todas las líneas de tus iris.
Impacté con el sonido de tu voz
que aún resuena en mi memoria
pronunciando mi nombre,
pronunciando la lluvia,
o pronunciando la frase
que me condujo directo a tu boca.
El silencio que conecta nuestros cuerpos
devoró un abismo que crujía en todas direcciones;
dejando a su vez
una caricia húmeda que recorrió mi cara
y que danzó suavemente con mi cabello.
Los días caerían como navajas afiladas
y el dolor de las noches
me rompería los huesos.
La sombra crecería inmensa
hasta hacerme hundir.
Pero guardaste tus manos en mi piel
y provocaste incendios
de aromas dulces
de recuerdos blandos
de cosquilleo y de ensueño azul.
Ahora revivo cada segundo
para ordenar todo lo que no dijimos
y que al formar espirales
acabara escribiéndolo aquí;
maraña de versos
del género bobo,
de todo lo que algún día
me olvidé de decir.
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