28 julio 2019

1999

Olvidé como escribir
y pareciera que los versos
dejaban de ser necesarios.
Sané las heridas con viento
y la costra brotó a pus
y la pus infectó al sueño.

Sueño con todo lo muerto,
el corazón bipartito que llora veneno,
la cascada de sal que me sale del alma,
canciones que ahora no tienen sentido.

La distancia descansa en mis huesos,
el error haciendo una cuna en mi cuello,
el frío que terminó por detonarme en el pecho.

Ahora que llueve es difícil respirar,
si lluvia es todo lo que queda
si todo lo quema
si sumergido en abismos
las palmas de mis manos
confunden los incendios con brigada.
Si nada me salva,
si cuando aúllo, el grito me pierde.

Huí entre dieciocho primaveras
que ahora dictan sentencia
a la sombra que repta y se arrastra
hasta llegar al estrecho
que no nos deja morir.

Me despido del tiempo
que funda nuevas
sobre antiguas decepciones
ancladas en el borde de la madrugada
como una broma,
como una tregua,
como la estaca que de tanto herir
ya no desangra.

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