Continuo deslizándome sobre un cáncer delirante de versos llenos de tangentes irrevocables. Que no sé si es necesario todo este cauce que cruje en el interior de mi pecho, como la fractura instantánea y completa /compleja/ de un tórax que aúlla tu nombre, mil nombres y un silencio que raspa las paredes de mi piel.
La angustia conjugándose a huecos y el siniestro de esta tempestad latente que sólo espera a gritos el recuerdo desinteresado y borrado de mi mente, sobre cómo ser feliz. La caída, el infierno, este abismo que se repite, que se repite, se repite y me repite en el juego de morir bajo la sangre, de borrar las cicatrices con heridas más grandes, de apagar las vocecillas con el gruñido de una rabia que abarca el cielo entero.
Me apago inevitablemente, porque el corazón se volvió torpe, o la cabeza errante, porque no lo supe decir nunca y ahora te viertes en la sombra de un nuncamás estar conmigo, de jamás tocar tus manos, y no más besar tus labios.
Cindy Yaremi, 2018.
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