13 enero 2017

Oniria lúcida

El sueño anfibio creciendo de entre mis talones
en dirección hacia donde se escapan los rugidos ajenos
de esta metástasis de insomnios
impuros y errantes
llenos de órbitas desgarrando toda entraña que se muestre blanda.

Vampiro óxido
muerte enferma de noches ácidas
vaciándose sobre la sobra del éxtasis que aturde
que muerde como un prisma.
Se envenena de mi negra sangre
causo la pérdida del silencio punzante a retraídas contracciones
que parecen huir del abismo blanco
corto
desafiante de inercias roncas
frígidas, pusilánimes.

En la espera del agitante verso
que me acribille un poco las penas
que me incinere las venas con su trópico de lavas  y acuarelas
sobre aquel banco en que rezaba Cristo
y cualquier dios que ahora
son capaces de mirarnos vacíos y muertos.

Esdrújula navegante de bahías
expúlsame de la fantasía retórica que se siembra en el pelvis
cada vez que pronuncio el nombre de aquel extranjero que se tragó mis ganas de ser cierta
y ahora me descubro en eclipses de luna sin saberme.

Gris como migaja de pan pútrido
famélica como el rostro de una ciudad innombrable
grave, inaprendida, inexorable, anémica, ávida
de pulsiones fuertes
como el desorden que guardamos en un borde oscuro e impronunciable.

Mito sobre hito
hierba de cristal
desaparecida en primavera
esparcida sobre un cáliz que no vuelve
que resuena en constancia de volverse nube de esporas
de metáforas inexistentes.

Ébano irreverente
asfixia
desengaño
contención y espasmo
ruido de orgasmo
cataclismo onírico
epitafio lúcido
intrínseco
plasma de luz.


Cindy Yaremi, 2017.

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