No eres una canción triste,
eres algo más,
algo que resuena
como melodía de mar al atardecer,
espuma que efervesce
sobre las letras puestas en la arena.
Eres el sueño,
la necesidad
de todos los poetas;
cierta oscuridad que alumbra.
No eres
el guión bajo de mis versos tristes,
ni el punto y a parte de mis tardes necias;
eres el vértigo,
la mariposa oculta
en el néctar del poema.
Eres doscientos
cincuenta y siete adjetivos
que aún no sé escribir,
que aún no sé trazar
sobre los lunares cometa
que florecen sobre tu piel blanquecina
que quisiera morder.
No eres grieta,
ni herida, ni llaga,
no eres dolor,
ni náusea, ni muerte,
no me dejas huecos en el alma.
Eres el poema más dulce
que camina en este mundo;
en la mirada guardas
la metáfora perfecta del universo.
No eres
rugido gris
lanzado a las diez de la mañana.
Eres,
por el contrario,
la paz idónea que fluye
entre el café que me levanta
y el instante justo en que te vuelvo a ver.
Eres el numen
por el que cualquier artista mataría,
y yo los mataría
por morir en uno sólo de tus besos.
Cindy Yaremi, 2016.
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