03 diciembre 2016

Poema XXVI

El mantra de tus ojos
balanceándose como péndulo
sobre tus mejillas.

El horizonte de tus labios
pronunciando mi nombre,
perdiéndome,
quemándome como un cometa.

Préstame tus manos
y yo te regalo mi piel
para contarnos un millón de lunas
que pasarías bajo mis sábanas.

El dolor que me rompe el tórax,
cuando te me escapas
en forma de suspiro.

Los versos que ya no conecto,
el sonido intangible de la noche;
quiero volverme hueso,
año bisiesto,
vestirme de tu cuerpo.

Acaricio tu sombra,
mordisqueo en mi memoria
los restos de tu silueta,
¿dónde dejarás
los besos que tengo
para darte?

Grita mi nombre en la ventana,
escríbeme algo dulce,
haz que me muera por ti.
Un poco más.

Mi reloj
ha dejado de sonar junto al tintero,
¿para qué llegaban las estrellas?
Para qué me fui de pronto.

Puedo hacerme nudo
y amarrarme a tus pestañas,
al borde de tu barba;
dormirme en el centro de tu ombligo,
morirme en tu garganta.

Volverme viento
o sueño de tus noches,
colarme hasta la levedad
de algo más,
que un respirar tranquilo, profundo;
beberme tu cuello,
tocarte la espalda.

Despertarte porque no soporto
que mirarnos sea tan breve
y después,
ya no me quepan las horas en los bolsillos.

Y como si hubiera sido un cuento
yo te dije,
tengo un café
y unas piernas con tu nombre.


Cindy Yaremi, 2016.

No hay comentarios: