23 diciembre 2016

Madrugada

Qué pasa si escribo tu nombre en la ventana,
si escribo un “te quiero” en el espejo del baño
con aquel labial rojo que existe en el pulsar
de cada uno de los besos que te he dado.

Te busco en este rincón lleno de sábanas,
de almohadas, de sueños;
dejé de dormir bajo este manto de estrellas
para intentar comprobar tu existencia, la mía,
para descifrar mis ganas de verte a toda horas,
para resumirme los casi veintisiete años
que tuve que esperar para conocerte.

Y ahora me pregunto, si me extrañas como yo,
si dejarías un instante o dos, el mundo por mí,
si me piensas con constancia,
si quisieras venir en este momento
y quitarme este par de besos
que hace unas horas que le sobran a mi boca
y que están hechos a medida de la tuya.

Pienso que tal vez, exista un modo
de lograr instantes de teletransportación
que me lleven a ti cada que nos den ganas,
luego evaporarme
y volver a mi sofá para soñarte,
vestido de sonrisas y con aroma a café.

Tal vez exista forma
de quedarme contigo un parasiempre
que nos dure para siempre de verdad,
y al morirme
me quede tu nombre en la ventana,
me quede un “te quiero” en las arterias,
me queden tus caricias en el alma,
me quede tu amor en el amor.

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