Es verdad que te llamas de un modo distinto al nombre que te puse. Las letras van más separadas y las vocales tienen cierta textura que las hace sonar diferente.
Cuando te llamo, tus pupilas cambian de tamaño, se hacen grandes, infinitas, profundas; entonces comienza un juego vano de miradas y de manos. Nos tocamos.
Cada vez que nos rozamos, tu piel blanca brinca de alegría, se eriza y te da un vuelco, me has contado.
Ahora que te veo, con tu palpitar uniforme, descontrolado, quiero que sepas que me han dado ganas, nuevamente, de cambiarte el nombre. Ponerte mi apellido y modificarte los apodos. Decirte de algún modo que haga juego con esa sonrisa que pones cuando te beso y te digo que te quiero.
Quiero que te llames como algo cierto, algo que nos vaya mejor y tenga tintes de concreto; que sea seguro, que sea un sueño. Quiero que tu nombre vaya ahora, pegadito al mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario