La noche es eterna,
viene a hundirse en mi costilla,
esa que no es mía, sino tuya.
Una oleada distante de oscuridad
comienza a brotar entre nosotros;
nos deja ciegos por no sabernos.
La noche es eterna
y tú juegas a que me lees la mente,
y yo a que no soy tan inocente.
La grieta en la pared crece,
el techo llora una humedad grisácea
y la ventana sin caducidad
ha comenzado a romperse.
Nos miramos
como si fuésemos completos extraños,
como si dentro de nosotros
no lleváramos una parte ya del otro.
Es incomprensible no querernos,
como el tiempo incompleto
que pasamos lejos de tocarnos.
La noche es eterna
y nos mira,
se retuerce en la sonrisa de la luna.
Ya no hay planes
y cuando empieces a ver que las cosas
van cada vez más mal,
habrá cada vez menos por hacer.
Voy a dejar mi último mensaje de voz
escurriéndose/riéndose en el contestador,
y no estoy segura de lo que diré,
pero finalmente
culminaremos en un silencio eterno,
como la noche.
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