Un árbol seco lleno de cuervos
sonriendo con aquellos dientes que no tienen,
esperando a que me acerque un poco menos
para hacerse de una vez por todas de mi muerte.
Una calle oscura, fría y concurrida de ausencias,
busco el recuerdo de tus manos debajo de mi ropa,
sólo encuentro bruma áspera y espesa
que se adhiere a mis entrañas y me mata.
Un silencio entrecortado, aullando como lobo en el
verano,
el color morado de las flores que me regalaste
manchándome los labios y las manos;
yo pensándote sentada en un espacio tan salado.
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