La Tinta Negra se desnuda frente a mí, lleva una sonrisa que
me intriga y una mirada oscura que me atrapa y me seduce hasta su boca
maliciosa. Me muerde los labios dejando una mancha negra en mi labio inferior.
Luego me lanza una caricia sutil en la mejilla que desliza hasta mi cuello. Se
aparta, con una mirada divertida, con un suspiro finado. Me cuenta que está
triste y que no sabe porqué, pero que está vez ya no importa tanto, porque ha
venido a salvarme a mí.
Salvarme, de nueva cuenta, de este disturbio eterno que se
plantea de nuevas formas, cuando nace un grito inesperado y todo el cuerpo
tiembla de horrores y rabia; cuando se repite de nuevo el lamento que va más
allá de la realidad. Y todo va a estallar, todo va a hacerse trizas de nuevo en
mis pies. Es genérico, es crónico y absurdamente evolutivo.
Y va a salvarme, esa Tinta Negra, con su sonrisa irónica,
con un cosquilleo catatónico, con una leyenda de vigilias muertas.
Ignorar a la Tinta Negra es enfrentarse por las noches con una soledad llena de egos que te muestra
sus puños zurdos de acero.
Por eso, la Tinta Negra, que por cliché es elegante, se asoma cada
que miro por la ventana buscando una nueva respuesta.
Se me antoja para llenar la casa de sus hazañas, pero viene
cada que le da la gana, cuando ha de salvarme enérgicamente. Cada que no tengo
ganas. Luego se divierte conmigo, al observar que no tengo nada. Me lanza un
beso y se escapa. A veces me deja en la
madrugada con un fuerte cólico o un dolor en la mirada; es el sentimiento de
perder toda esperanza.
Lo que es seguro es que se irá en la mañana. Me servirá el
café y se irá, excusándose por la falta de vicios diurnos y su mala resaca.
Ya sabrás la manera en que Tinta Negra viene y me salva. Es
un completo superhéroe que se aprovecha de tus horas muertas para emborracharte
y hacerte el amor. Lleva tu rutina a un nivel más esporádico y a penas abres
los ojos, se marcha. Es parte Dios y parte humana, pues erra en sus formas de
amar, no tiene decencias y si no te das cuenta, te arranca partes del alma.
Ahora qué importa, Tinta Negra, si en una hora o más tarde
me dejas, si me expones con crueldad o si me vienes a amar, pues formalmente
sabemos, que lo nuestro es una necesidad que no podremos dejar.
Tinta negra me desnuda y repara esas ausencias que dejó la
última vez.
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