La cuarta parte de un hombre que no siente, que no miente,
que se rehusa en toda dirección en creer en mí, y me deja, solamente,
atrapada a través de mis demonios, con esa desnudez sospechosa
que rechina cuando agita las manos y extiende su suerte.
Todas las partes, de aquel hombre que me desgarra bajo las
ondas de su piel, que ni siquiera se sabe mi nombre y me reclama en las noches
con un golpe homicida que jamás me ha terminado de matar.
La primera, la segunda, la tercera y quinta parte de él se
encuentran dormidas debajo de mi cadera y se adhieren a una impertinencia que
sólo intenta mantenerme en renuencia.
Y yo que no termino de sorprenderte en aquel cómodo modo de
hacernos pendejos y dejar que tú te lleves todo lo que queda de mí y me dejes con
mi indecencia cobarde.
O es más que basura, una peste que se extiende y se vuelve
interminable, porque al mirar tus ojos no encuentro más que cuencas vacías.
Todo el entendimiento, aquello que lucía razonable, se ha
muerto entre mi cara y el espejo, por andar hurgando en la entrepierna
equivocada.
Y él, con su cuarta parte, lanza un gruñido y es como si estuviéramos
dormidos, porque se alzan las pesadillas en la mañana.
Pero creíamos que no íbamos tan feo y que se iba a
simplificar, pero fracasamos y aún no me has terminado de matar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario