05 septiembre 2021

Te busco dentro de mí o del armario que guardaba tu retrato, no estás porque el destino o la vida, o cualquier infamia te puso, como una broma, a kilómetros de distancia. Mis manos, que tocan tu tacto, no son las mías. Te llamo por tu nombre, resultado ambiguo de la contracción del mío. Pero tampoco respondes.  Me pregunto si nuestros miedos a día de hoy serán los mismos. Me guardas en seco como se guardan las ausencias jamás nombradas. Algo nos atraviesa el pecho y no sabemos de dónde viene el viento que jura, a veces, ser suave y ser destino de un aroma que no nos pertenece. Te extraño como se extraña a las personas jamás besadas, jamás amadas, que corren entre una bruma espesa, amarga, ronca, amarillenta, desolada, para abrazarse en un silencio que se vuelve hielo o nieve blanca. Tu abrazo es el abraso ingenuo de otra frase inútil. Bebo flores marchitas que me recuerdan la espuma de tu cuello, la rebelión de tu cabello. Bebo hasta hundirme en un suspiro que me rompe el pecho, que no escuchas, que no presientes,  porque no sé lo que piensas después del desborde que nos arrastra hacia vacíos llenos de nada. Y me fundo en todo aquello que no sé porqué siento, si no te siento, si no lo siento. Mi alma imaginaria que no conoce tu mirada, rebusca las sobras de un aliento en los espectros de tu cama, que no me llaman, que nunca saben cuándo me extrañas. Nos sorprenden ilusiones que suenan absurdas y dejamos que la noche caiga como lluvia sobre la ventana. Seguramente no estarás mañana. No estarás los días siguientes, ni tampoco los restantes. Y si un día llegas, y si me extrañas, rompería en incendios las luces de la carretera para ver si el amor que, algunas veces, se nos resbala, es lo que reflejan las palabras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Roto, estoy roto

Igual, no puedo dejar de leerte