18 mayo 2015

Todo tú

Así suele ser,
todo tú.

Eres todo, y eres tú;
y eres todo tú cuando estás conmigo,
pues es cuando descubro
todas las clases de magias
que están escondidas en tu mirada.
Eres todo tú al momento
en que muy lenta o muy rápidamente
te acercas para darme un beso,
y eres todo tú.

Llegas con esa caricia dulce,
con ese abrazo en que me fundes,
con esos suspiros que, a mí parecer,
son pedazos de universos que desprendes,
y eres… todo tú.

Entonces te escucho.
Escucho cuando hablas, cuando callas,
cuando duermes y cuando me amas,
y suena de un modo distinto
al de todos los sonetos creados,
y eres todo tú.

Me adhiero a las letras de tu nombre,
a las palmas de tus manos,
a las plantas de tus pies
y no quiero soltarme,
no quiero separarme de tus huesos,
y eres todo tú.

Atraviesas mis esquemas
con tu vívida habilidad
para brotar de mí todas las sonrisas.
Y me quieres, y me piensas
y lo hago yo también.
Y eres todo tú.

Siempre has sido tú,
aunque no entendamos los porqués,
ni los cuándos, ni los cómos;
encuentro en ti las respuestas,
los poemas, la ilusión,
el aliento verdadero,
el sentido ilógico de la canción.
Y eres todo tú.

Las risas, los juegos, las meriendas,
la entera y replicante inspiración,
tú y yo con una taza de café.
Las letras, las canciones, las pasiones,
el resonar inmediato de los besos.
Nosotros dos haciendo el amor.
Y eres todo tú.

Yo no sé si ahora lo entiendas,
si comprendas
o me haga yo a entender
para decir
cómo es que me encantas
siendo así,
lucidamente:
todo tú.

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