05 abril 2015

Sueños. Parte IV La Mujer

Estaba buscando a una mujer, de esas que curan todo, que leen la mano y el café.
Estaba buscando a una mujer, cuando encontré el fantasma de tu piel, pálido y más bien helado. El muelle estaba solo, abandonado, como es costumbre y me acerqué a ver el reflejo de lo que ya no es. Está bien, lo acepto; se ha quedado la sombra en el mar, revolcándose en las olas, y allá va. Qué va.

Suena una vez más el despertador, sigo buscando a la mujer, sigo contando las piezas del rompecabezas que no puedo armar. Silencio que va a empezar. ¡He encontrado a la mujer! Pero está cantando en medio de la plaza. Vuelve a sonar el despertador y sigo escuchando el melodeon. Está descalza y baila al ritmo de su falda larga, acaricia las flores y se alarga, sus manos son una nube de humo, y su boca rima, ¡sí!, rima con la mía. Me acerco y se escapa.


Estaba buscando a una mujer, de esas que llevan nombres fuertes, de esas que brillan con todo lo que llevan dentro, pero sonó el despertador. Vuelve a empezar la aventura de buscar a una mujer que no existe más allá de la magia, que resuena cuando la escucho y se apaga. Estaba buscando a una mujer cuando se me acercó tu sombra disfrazada de la mujer que yo buscaba. Ya sabéis cómo podría acabar. Más vale que vuelva a sonar el maldito despertador.

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