Escucho el flujo de un mundo desesperado por nacer, que
agoniza en un intento por permanecer. Esta asfixia nos recurre y nos cimienta
en una amarga desolación. Voy por cambiar un par de pasos por unas alas
maltratadas que me inviten a volar.
Observo el cálido del tiempo que se apresura a llegar y
ahora se ahoga en altamar. No concibo mis mañanas sin el brillo del sol puesto
en tus ojos. No concibo una entereza de apatía postrada en la pereza fría.
Hoy culmino los caminos rotos, las sonrisas agrietadas y las
miradas desahuciadas.
Abro las cortinas manchadas del hedor que desprenden los
atardeceres. Salgo y busco en mi conciencia la alegría que culmina con tu voz.
Y todo se escurre así, a un paso lento que, vislumbre la
coincidencia de los sueños haciéndose pasar por una dulce arquitectura que se
aflige entre todas las arrugas que cuartean las esculturas.
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