Esta mañana desperté en medio del silencio y la humedad; me
contemplé un instante mirando al techo y dejé escurrir la lluvia que quedó
guardada en mi cabello. Me levanté con lentitud, escuchando los crujidos de
cada parte de mi cuerpo, escuchando el eco que golpeaba mi vacío del pecho.
Esta mañana, antes de ver la hora, había arrojado el reloj
por la ventana. Me vestí en tres partes y preferí quedar desnuda. Me senté muy
cerca del sofá, pero en la alfombra, y recargada en la pared me prendía un
cigarrillo con sabor a menta. Tal vez me supo más a muerte cuando
entreperdiendo la mirada me encontré con un gruñido que me azotaba el alma.
Esta mañana, mientras preparaba café, deseche mis
manuscritos y los sustituí con servilletas. Esta mañana todo ha salido mal.
Tengo el cuerpo agotado, los sueños… ni siquiera tengo sueños. Todo en mí ha
quedado aturdido, violentado por una fuerza que me irrita hasta los dientes. No
quiero recordar. Esta mañana es un abismo, y la tarde será igual, no lograré
sobrevivir.
Esta mañana dejé que se muriera junto con las demás horas
del día. Me quedé sumida en una especie de coma que limitara todos mis
pensamientos, entonces olvidé hasta el hambre, me deshice hasta de la soledad,
me deshice de mí y dejé que la noche llegará para revivir un poco y volver a
dormir.
Esta mañana, tal vez salga a buscar el reloj.
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