Hay flores cayendo sobre mi cuerpo y debajo, más debajo de mis
pies, hay lombrices comiéndose a los muertos. Hay destellos de luz en esta habitación,
hay rumores rebotando en las paredes, hay una risa, un disparo y una carcajada.
Tocan la puerta. Ha llegado el señor de las letras, el que
deja un par de versos y se lleva tu piel. Y mi piel que está tan pálida y muerta,
y él que no ha traído sus labios, ¿de qué me sirve ahora?
Está muriendo el silencio con toda esta ironía, está
flotando en el grito mágico de la agonía. Bien, y con todos los golpes que la
oscuridad me da en la espalda. Bien. Ahora ya y hasta se está muriendo Dios y
se está muriendo el tiempo.
Está cayendo la lluvia sobre mi cuerpo, al tiempo en que el
sol me quema lentamente los huesos. Hay ceniza que brota desde mis dedos, hay
un canto que no siento y una serenidad que me carcome los sesos.
Hay un lago de sangre en la puerta, hay un gato
bebiéndosela. Hay una necedad en el amor que me diste. Hay un cáncer con pus en
mi garganta por las cosas que no te dije. Hay una heladera, hay un sillón y una
escopeta. Está tu cuerpo allá, guardado en la cuneta.
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